martes, 14 de diciembre de 2010

Vestida o desnuda, ¿cómo te gusto más?










































































Honestidad constructiva o revestimiento en la obra de Cuellar de Serrano Gómez


Por: Daniel Felipe Camacho B.



Introducción

Al igual que el cuerpo humano se cubre con ropas y accesorios, los edificios se enchapan, se decoran, se pintan, en fin, la estructura y el cerramiento se cubren con materiales que toman el nombre de revestimiento. El objetivo de este texto es hacer una reflexión sobre la materialidad en arquitectura, específicamente la superficie de las construcciones; eso que algunos han llamado la piel del edificio. Para tal efecto se ha tomado como ejemplo la obra de la firma “Cuellar Serrano Gómez”.

Resulta útil establecer la comparación entre revestimiento y vestido. En principio, la indumentaria tiene un propósito funcional, el de cubrir el cuerpo de la intemperie para protegerlo de efectos incómodos y nocivos. También sirve para expresar el oficio de una persona, su clase social, su nacionalidad y muchos contenidos de orden cultural. Es decir, lo que nos ponemos en el cuerpo trasciende su función técnica y así ha sido a largo de la historia. En ocasiones, el vestido puede perseguir fines decorativos, que responden a la búsqueda de la belleza. En resumen, los atavíos tienen aspectos funcionales, técnicos, simbólicos y estéticos. Por ejemplo, la armadura del caballero medieval lo protege contra las agresiones por eso es metálica. Al mismo tiempo este traje denota su condición de guerrero y también se adorna para sea vea bonito.

Por otro lado, dejando de lado los aspectos morales por los cuales se cubre la desnudez, la opción de dejar ver el cuerpo al natural puede ser aún más bella y cómoda. La modernidad, en tanto que ideología, propende por el confort sobre la elegancia; por la simplificación de los objetos, privilegiando aspectos técnicos, sobre los tradicionales; por la industrialización sobre la artesanía; por la libertad sobre la moral; por la economía y la calidad sobre el valor simbólico. El individuo moderno quiere liberarse de ataduras de todo tipo, andar desnudo y cómodo, o por lo menos con la menor cantidad de accesorios, con la mínima ropa necesaria. De esta manera, también se eliminan las diferencias sociales y culturales, en aras de la igualdad y de la universalidad.

También en arquitectura, muchos edificios se cubrían de ornamentos con fines estéticos y simbólicos. En la tradición de la arquitectura clásica, que llega hasta el siglo XIX, dominada por los principios de la escuela de Bellas Artes, el revestimiento tenía una importancia crucial. Los edificios se construían generalmente con muros de carga en mampostería y se enchapaban con piedras. El material de revestimiento debía representar lujo, dignidad y belleza; por eso el mármol era uno de los materiales más apreciados. Además, este material permitía que se esculpieran los ornamentos. Muros, columnas y ventanas se vestían de dórico, jónico y corintio; o las fachadas adoptaban la apariencia de construcciones góticas. El carácter se expresaba con el ornamento y éste se aplicaba a través del revestimiento. El estilo de un edificio encarnaba los valores que debía representar. Por ejemplo, el clásico griego representaba la democracia; o el gótico, la identidad de Europa central o del cristianismo. Es decir, el ornamento adquiría el valor de símbolo. Un edificio sin revestimiento no decía nada. La casa campesina vernácula era simple construcción, no arte. Es decir, carecía de medios para representar una imagen digna, ausente de un arquitecto que diseñara sus ornamentos.

Sin embargo, en los orígenes del movimiento moderno, para algunos arquitectos y teóricos esto no tenía sentido y reclamaban que los materiales de construcción se expresaran tal y como son. Volviendo a la alegoría con el cuerpo humano, es como estar vestido o desnudo. Esta polémica tiene sus raíces en los planteamientos de Viollet- le-Duc y Gottfried Semper y se desarrolla con Adolf Loos, teniendo su punto más álgido en las vanguardias del siglo XX, hasta llegar a mediados de los años 60 con los brutalistas y Louis Kahn.

Todo esto nos plantea el interrogante: ¿Cómo se deben usar los materiales con los cuales se construye la estructura y el cerramiento de un edificio, y en qué medida se deben utilizar materiales de revestimiento? Lejos de resolver esta pregunta, revisar los argumentos que se han planteado a largo de la historia nos permite entender la dimensión del problema para tal vez llegar a una solución conciliadora de las posiciones extremas.


Teorías sobre el revestimiento

Como hemos visto, para la Escuela de Bellas Artes el revestimiento era crucial. En contra del revestimiento, Viollet-le-Duc plantea la honestidad constructiva. Este principio aboga por mostrar la estructura y el cerramiento tal como están construidos. Para Viollet-le-Duc, de esta manera se establece la verdad en arquitectura. De ahí su interés por la arquitectura gótica en la cual los elementos tales como arcos, columnas, arbotantes, etc. tomas su forma de la función estructural que cumplen. Por otro lado, Gottfried Semper contemporáneo y antagonista de Viollet-le-Duc, le otorga otro valor al ornamento y al revestimiento. Para él el origen de la arquitectura es textil. Es decir, el habitante primitivo busca protegerse de la intemperie, se pone vestidos, construye tiendas con telas y cuelga sus implementos domésticos, que se convierten en el ornamento. Para Semper, el ornamento es la superficie que media entre las personas y el mundo. “[…] Al mito de una estructura constructiva trilítica, ennoblecida en orden arquitectónico, se contrapone el mito de una envoltura del espacio, cuya característica es la ligereza y respecto a la cual la estructura se encuentra subordinada y es tan solo soporte[…] . Esta idea es ilustrada por Semper en su cabaña caribe, cuyo cerramiento un ramas tejidas protege el fuego.

Bajo la influencia de Semper, Adolf Loos irrumpe a finales del siglo XIX, poniéndose en contra de las vanguardias de ese tiempo, que buscaban la modernidad a través de un nuevo ornamento. Para Loos, la arquitectura se debe despojar de todo lo superfluo e inútil. Sin embargo, esto no significa prescindir del revestimiento. Por el contrario, para Loos, éste permite calificar la superficie para crear un ambiente. El material de acabado debía ser tratado con respeto a sus propias leyes. Usando la alegoría con la indumentaria, el interés está en la tela con que elabora el vestido, cómo se corta, cómo se cose, etc. No es necesario llenar la tela de estampados decorativos. Esto se puede ver en las Looshaus, muy criticado en su época, donde los muros de fachada carecen de todo ornamento y están, simplemente, revestidos de blanco.

Loos pone el interés en el material, más que en el ornamento; pero las vanguardias irían más lejos. Desde el siglo XIX se venían utilizando estructuras de hierro. Estos edificios al no recubrirse, permitían que la estructura se manifestara tal como era. Irónicamente se fundían los perfiles metálicos con formas de ornamentos clásicos, pero el metal se mostraba sin que ningún enchape mediara. El vidrio cumplía la función de aislar el edificio del exterior sin tapar la estructura. Los arquitectos modernos van a seguir el principio de la honestidad constructiva. Los materiales son bellos en sí mismos y al eliminar el ornamento se expresa la ruptura con el pasado. Siguiendo nuestra comparación con el cuerpo y el vestido, la modernidad también despojó a las personas de sus complicados trajes, mostrando cada vez más el cuerpo y la piel. El nudismo es una reacción contra la tradición burguesa, que es tachada de hipócrita; reivindica el valor del cuerpo, quitándole las connotaciones moralistas. Los ciudadanos libres y honestos no tienen nada que ocultar, nada que les dé vergüenza.

Así los edificios también pueden mostrar su estructura y sus muros tal como se construyen. Los edificios de acero y cristal de Mies van Rohe expresan bien este ideal; sin embargo, Mies no prescinde totalmente del revestimiento; lo que parece estructural muchas veces no lo es; con lo cual prima la intención formal y material sobre la realidad y la verdad. Por ejemplo en la torre Seagram la columna de la esquina es metálica pero se recubre en concreto para proteger la estructura en caso de incendio; sin embargo, Mies la vuelve a enchapar en acero para que sea coherente con el resto de los elementos de fachada.

Louis Kahn es el arquitecto que tal vez ha puesto más énfasis en la honestidad constructiva. No por seguir un ideal moderno o para expresar un estilo maquinista y universal, sino por interés plástico. Kahn, en sus viajes a Roma y Egipto, mira con fascinación los monumentos de la antigüedad desprovistos de su revestimiento por la acción destructiva del tiempo. Estas formas desnudas describen la belleza real del edificio. La obra de Kahn va a exhibir su estructura y sus materiales sin enmascararlas. Para él es la luz la encargada de develar la belleza del edificio. La luz natural que cambia a través del tiempo y crea texturas al ser recibida por los materiales. Sin embargo, En la biblioteca para la Phillips Exeter, aunque la estructura de concreto se muestra en el interior, el exterior en la ladrillo a la vista pareciera decir que la estructura del edificio es de muros de carga.


La Obra de Cuellar Serrano Gómez

Ahora veamos como en la obra de la firma “Cuellar Serrano Gómez” evoluciona el concepto de revestimiento, estructura y ornamento, para lo cual escogimos algunos proyectos en particular: Las sedes del Jockey Club, del Hospital San Carlos, de la Caja Colombiana de Ahorros, del Centro Administrativo Distrital (CAD) y del Banco de Bogotá. La pertinencia de la obra de estos arquitectos radica en que parten de una época de transición donde la arquitectura seguía los cánones de la escuela de Bellas Artes, y se desarrolla bajo los ideales del movimiento moderno. En palabras de Silvia Arango: “[…] Si nos viéramos obligados a escoger una sola figura paradigmática para explicar los pormenores del ciclo biológico de la arquitectura moderna en Colombia, esta sería, sin lugar a dudas, la de Gabriel Serrano […]” .

En los primeros proyectos de la firma, el ornamento y el revestimiento se utiliza siguiendo la tradición de la arquitectura historicista. Un buen ejemplo es la sede del Jockey Club. Este edificio cuenta con una estructura de hormigón armado que Gabriel Serrano diseña con absoluto conocimiento, gracias a su formación como ingeniero. Es decir, la estructura portante es moderna y utiliza las técnicas más avanzadas para la época. Sin embargo, el edificio tiene la apariencia de un palacio del renacimiento francés. Tanto las estructura, como los muros, se recubren de enchapes, carpinterías y estucos para darle su aspecto al edificio.

Años más tarde la firma toma un viraje y se encamina en las tendencias de la arquitectura de vanguardia. El hospital San Carlos fue concebido como un edificio moderno. Su forma y distribución responden a la complejidad de su función. El edificio tiene una estructura de hormigón armado que; sin embargo, no se aprecia en su exterior. Las fachadas son de ladrillo. Este material que usualmente era utilizado en muros de carga, ahora va a servir como cerramiento sin tener una función estructural. Esto permite que las ventanas sean longitudinales y proporcionen una iluminación adecuada. El proyecto está formado por piezas geométricas que se expresan sin ningún tipo de ornamento. La textura del ladrillo bajo la luz se encarga de proporcionar un aspecto expresivo a estas formas. En el interior del edificio la estructura se aprecia pero; por motivos de higiene, todo está recubierto de estuco, pintura y baldosín.

Siguiendo la línea del estilo internacional, el edificio de Caja Colombiana de Ahorros se planea en estructura metálica. En él, al igual que en el hospital, sus formas son geométricas y está desprovisto de ornamento. Pero a diferencia de éste, hace uso del revestimiento tanto en el exterior como en interior. La estructura y el cerramiento se ocultan tras enchapes de mármol. El mármol, que no tiene ninguna función estructural ni de cerramiento, actúa como piel aportando su color y textura al volumen.

En la sede del Centro Administrativo Distrital (CAD), el concepto de honestidad constructiva es aplicado sin reservas. La estructura de concreto se exhibe sin ningún tipo de recubrimiento. Aparte de cumplir con su función técnica, también define la estética del edificio. En la plataforma, además, se utilizan prefabricados de hormigón, que sin tener una función estructural, conforman el cerramiento, sirven de soporte para la ventanería y de protección solar. En el edificio se utiliza también ladrillo para conformar los antepechos, sin llegar a tapar la estructura de hormigón.

Finalmente, en el edificio del Banco de Bogotá, en una etapa de madurez de la firma, se vuelve a utilizar el concreto. Pero este material, como en el caso de hospital San Carlos con el ladrillo, cambia de función. Si bien la estructura del edificio es principalmente de concreto, no se puede apreciar desde el exterior. Placas y columnas quedan ocultas tras la fachada. En este caso se utilizan lozas prefabricadas de concreto para conformar el revestimiento. El hormigón se cubre con hormigón. Otro aspecto que llama la atención es el uso de concreto color ocre, el cual se asemeja a la piedra bogotana. Así se crea un artificio: un material parece otro.

Así, la firma “Cuellar Serrano Gómez” se apropió en nuestro contexto de los ideales de la modernidad. Pasando en menos de 50 años, por todas sus etapas. Si comparamos sus obras con la de otros arquitectos modernos como Obregón y Valenzuela, Fernando Martínez o Guillermo Bermúdez, encontraremos coincidencias y diferencias. Pero en definitiva la obra de “Cuellar Serrano Gómez” es tal vez la más diversa en cuanto a opciones de uso de los materiales de fachada.


Conclusión

Llegados a este punto, podemos afirmar que las razones para recubrir una superficie edilicia pueden ser de orden técnico. En éste sentido serían explicaciones objetivas y lógicas, que no radican en el mismo proyecto de arquitectura. Estarían más en el campo de la ingeniería. Cumplir un código de construcción o urbanístico, no es suficiente para que la arquitectura sea buena. También debe ser cómoda, útil y estética. Siguiendo nuestra comparación con el vestido, sería como decir que un abrigo sólo cumple la función de protegernos del clima. En cambio, lo que nos interesa en este texto es preguntarnos por las razones de orden arquitectónico para usar un material al desnudo o para revestirlo. ¿Son estas razones puramente comunicativas o estéticas? ¿Existe una razón ideológica para hacerlo? ¿Es válido el concepto de verdad en arquitectura? ¿Existe una razón ideológica para hacerlo? ¿Qué otros parámetros se deben tener en cuenta a la hora de utilizar los materiales en una edificio?

Algunos teóricos consideran que el manejo de los materiales tiene una función comunicativa, denotando su uso, sus partes y su tectónica, pero también puede connotar aspectos simbólicos referidos a la cultura. Al respecto, Guillermo Fisher ha planteado el problema recientemente en su libro La honestidad constructiva como comunicación en arquitectura, donde confronta las teorías de Humberto Ecco y Carlos Martí Arís. A través de su análisis de edificios colombianos de los años 60 podemos concluir que también en la modernidad se encuentran estas categorias, aunque no siempre. La tectónica de un edificio, es decir cómo está construido, su técnica, se puede mostrar o no, dependiendo de cómo se utiliza el revestimiento.

Como hemos visto, el abuso de la decoración y de los estilos llevó a la tradición de la escuela de Bellas Artes a un punto de decadencia. Este declive se puede constatar, en nuestro medio, en la sede del Jockey Club de “Cuellar Serrano Gómez”.

Al tratar de superar esta crisis, se planteó el principio de la honestidad constructiva. Sin embargo, a través de la evolución de la arquitectura moderna, nunca se abandonó del todo el revestimiento. En el caso de la firma “Cuellar, Serrano, Gómez” su evolución nos enseña que no es posible establecer una teoría de la arquitectura única y verdadera en relación al uso de los materiales.

Animados por un espíritu experimental “Cuellar, Serrano, Gómez” prueban todo tipo de opciones, desde el enchape y el ornamento (Jockey Club) hasta la honestidad constructiva (CAD). Si bien el uso de los materiales responde a motivos estéticos, va mucho más allá y tiene que ver con la idea general del proyecto, con la técnica, con el lugar, con la actividad y con la estructura formal del edificio. Por otro lado, también responde a la evolución teórica de los arquitectos que renuncian al academicismo y a las referencias históricas en aras de una modernidad que se adapte a nuestra identidad cultural. Finalmente, también hay una voluntad de querer decir algo, que el edificio comunique un mensaje, que exprese su uso, su importancia y su papel en la ciudad.

La crítica al movimiento moderno se centró en reprobar la máxima “La forma sigue a la función”, que en términos del uso de los materiales, se traduce en la crítica al concepto de honestidad constructiva. Esta argumentación trata de encasillar la modernidad en este extremo; sin embargo, como se observa en el proceso de la firma “Cuellar, Serrano, Gómez” que hizo el tránsito desde la tradición a la modernidad, en realidad nunca se toma partido por ninguna de las dos opciones.

En efecto, tanto el extremo de no utilizar ningún revestimiento que oculte la estructura o los materiales del cerramiento, como el uso indiscriminado de éste, son posturas que impiden la posibilidad de plantear un proyecto integral. Lo único cierto es que la buena arquitectura debe solucionar las variables de orden técnico, utilitario y estético, sin excederse en planteamientos que no cumplen ningún fin. Esto tampoco significa que no sea válido tender hacia alguno de los dos extremos en un edificio en particular. Tampoco se trata de que lo correcto sea que un proyecto esté en una posición intermedia en el uso del revestimiento. Por el contrario, como hemos visto en los ejemplos, también se pueden hacer buenos edificios mostrando u ocultando totalmente la estructura. Por algo los citados edificios de “Cuellar Serrano Gómez” están todavía en pie, han sido premiados y hacen parte de nuestro patrimonio cultural.

En el desarrollo de las teorías arquitectónicas, sobre todo en el siglo XVIII y XIX, se trató de encontrar una ética de la arquitectura. Es decir, que los edificios debían decir la verdad. No obstante, es muy difícil establecer cuál es la verdad que deben expresar. Más bien sería preciso entender la complejidad de los hechos, y tratar de conciliar los opuestos.

A la pregunta ¿Vestida o desnuda, cómo te gusto más? Al igual que con el uso de los atavíos, aunque cada vez se usen con más libertad y sea más fácil andar desnudo, nunca se han dejado del todo; la respuesta sería: …depende.



BIBLIOGRAFÍA:

ARANGO, Silvia, Historia de la arquitectura en Colombia, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 1989.

BANHAM, Reyner, El Brutalismo en Arquitectura, ¿Ética o Estética?, Editorial Gustavo Gili, Barcelona 1967.

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HERNÁNDEZ LEON, Juan Miguel, La casa de un solo muro, Nerea, Madrid 1990.

MARTÍNEZ SAMPER, Eduardo, Arquitectura Moderna en Colombia, época de oro, Diego Samper ediciones, Bogotá 2000.

TELLEZ Germán, Cuellar Serrano Gómez Arquitectura 1933-1983, Escala, Bogotá 1983.

FISCHER Guillermo, La honestidad constructiva como comunicación en arquitectura:, cuatro edificios representativos de la arquitectura de los sesenta en Colombia, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, Colección Punto Aparte, Bogotá 2008.


FUENTES DE LAS IMÁGENES:

Fg. 1. Genesis Virtual Art Museum, disponible en http://www.genesisny.net/images/Goya.gif, recuperado: 19 de noviembre de 2010

Fg. 2. STRABUCCHI CHAMBERS Wren, Cien Años de Arquitectura en la Universidad Católica, Ediciones ARQ, Santiago de Chile página 30.

Fg. 3 AMAYA SOLANO Andrés Josué, Junta Perdida: Lo inmaterial en la arquitectura de Obregón y Valenzuela, Edificios de Oficinas 1950-1976, Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Artes, Colección Punto Aparte, Bogotá 2010 página 48.

Fg. 4. RYKWERT Joseph, La Casa de Adán en el Paraíso, Gustavo Gili, Barcelona 1974, página 25.

Fg. 5. SCHEZEN Roberto, Adolf Loos Arquitectura 1903-1932, Gustavo Gili, Barcelona 1996, página 57.

Fg. 6. GÖSSEL Peter y LEUTHÄUSER Gabriele, Arquitectura del siglo XX, Benedikt Taschen, Colonia 1991, página 25.

Fg. 7 y 8. FENGLER M., Estructuras Resistentes y Elementos de Fachada, Gustavo Gili, Barcelona 1968, página 75.

Fg. 9 y 10. BROWNLEE David B. y DE LONG David G. , Louis I. Kahn: en el reino de la arquitectura, Gustavo Gili, Barcelona 1998 ,página 50.

Fg. 11, 12, 13, 14 y 15. TELLEZ Germán, Cuellar Serrano Gómez Arquitectura 1933-1983, Escala, Bogotá 1983, páginas 45, 91, 104, 305, 380.

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