viernes, 24 de febrero de 2012

LA IMAGEN CORPORAL Y LA AUTOESTIMA EN LAS JÓVENES



 Mira la esencia, no las apariencias,
Que todo entra por los ojos,
Dicen lo superficiales,
Lo que hay adentro es lo que vale”
Aterciopelados

Por Diana Quintero


Durante mucho tiempo, tanto hombres como mujeres hemos desarrollado un interés particular con respecto a la forma en que somos vistos por los demás. Esta imagen corporal se va formando a lo largo de los años y es resultado de la interacción con el mundo que nos rodea, así como de las percepciones y esquemas construidos al interior de nuestra familia.
No obstante, la percepción frente a la forma como se ve nuestro cuerpo, que empieza a consolidarse en la adolescencia, puede convertirse en un dolor de cabeza cuando empieza a afectar negativamente el autoestima de los y, especialmente, de las jóvenes, pues esto podría deteriorar su calidad de vida por tratar de alcanzar un modelo establecido socialmente. Para entender la relevancia de la imagen corporal en las adolescentes, es importante analizar de manera general esta etapa del ciclo vital, entendiendo que la adolescencia involucra cambios tanto de índole físico como emocional.

Con relación al componente físico, es importante mencionar que, de acuerdo con Infante, “la convicción de las especificidades y variabilidad dentro de la propia adolescencia, ha llevado al consenso de hacer subdivisiones, a fin atender sus peculiaridades en cuanto a crecimiento y desarrollo”  (Aliño Santiago, Lopéz Esquirol, & Navarro Fernandez, 2006)
De acuerdo con esto, en la primera etapa de la adolescencia que comprende entre los 10 y 14 años, en la cual se evidencia la transformación del niño o niña en adolescente, se producen cambios biológicos relacionados con la pubertad, tales como la maduración de los órganos sexuales y el afianzamiento de las características físicas propias de cada sexo.  Dentro de estas modificaciones se encuentran la  aparición de los caracteres sexuales secundarios, el inicio de la pubarquia[1] en ambos sexos y de la telarquia[2] en las mujeres, la cual va acompañada del crecimiento de los órganos sexuales internos y en los hombres el aumento testicular, los cambios de color y arrugamientos escrotales, y el crecimiento del pene (Aliño Santiago, López Esquirol, & Navarro Fernández, 2006).

Por otra parte, la adolescencia media, que se extiende hasta los 16 años aproximadamente, involucra cambios relacionados con un crecimiento acelerado, y modificaciones propias, tales como el engrosamiento de la voz, en el caso de los hombres, y en el caso de las mujeres la menarquía [3]. Finalmente, hacia la adolescencia tardía se alcanza el mayor grado de madurez y se da por concluido el crecimiento (Aliño Santiago, López Esquirol, & Navarro Fernández, 2006).

Estos cambios físicos no están desligados de aquellos de tipo emocional, de los cuales el más representativo se presenta hacia la adolescencia media, momento en el cual la imagen corporal empieza a cobrar gran relevancia para los y las jóvenes, lo cual se encuentra ligado a la necesidad de sentirse atractivos para el sexo opuesto.

Las etapas de infancia y adolescencia son trascendentales para la formación de la autoimagen de los individuos, es así como en la adolescencia el desarrollo del componente emocional se encuentra determinado por el entorno en el cual el o la joven se desenvuelve. Los adolescentes son como esponjas que se alimentan de las influencias provenientes de su núcleo familiar, pero sobre todo, de los comportamientos y valores de sus amigos.

Estos factores, como la presión social, condiciones biológicas, familiares y personales, se encuentran relacionados con los trastornos de la imagen corporal, que debido a las condiciones particulares de la adolescencia, afectan de manera importante a este grupo poblacional. Como se ha mencionado previamente, la adolescencia corresponde al momento más decisivo del ciclo vital para la consolidación de la autoestima, de la cual depende en buena medida la aceptación de la imagen corporal; si se cuenta con una baja autoestima es mucho más fácil ceder frente a las presiones de tipo personal, familiar  y del entorno.  

En cuanto a la presión social, esta se encuentra supeditada por la influencia que ejercen los medios de comunicación a través de la instauración de modelos de belleza, los cuales generalmente están asociados con el éxito personal y profesional. Como lo refieren  Samperio Mazorra & del Barrio (2011), en la mayoría de los casos, el no lograr alcanzar los estándares establecidos genera sentimientos de frustración, que pueden conducir al deterioro progresivo de la autoimagen.

Dentro de las condiciones biológicas relacionadas, se encuentran aspectos genéticos que  determinan los cambios inherentes a la adolescencia, los cuales al determinar las características físicas propias de cada individuo, pueden hacer que sea más susceptible o no a los trastornos mencionados.

Por otro lado, como se ha venido mencionando, la familia y los amigos influyen significativamente en la manera en la que los y las adolescentes se perciben a sí mismos. En este sentido, un núcleo familiar consolidado ofrece los elementos necesarios para la construcción de una personalidad lo suficientemente sólida para contrarrestar las presiones del entorno. De lo contrario, los y las jóvenes se encontrarán más susceptibles a no sentirse del todo satisfechos con su imagen, lo cual puede repercutir de manera importante en varios aspectos de sus vidas. 

Si bien, como se ha dicho, los adolescentes atraviesan por una etapa de múltiples cambios que los hacen más vulnerables frente a los trastornos de imagen, se ha encontrado que las adolescentes y jóvenes sienten mayor descontento frente a su cuerpo especialmente en lo relacionado con su peso corporal (Samperio Mazorra & del Barrio, 2011).  No es difícil imaginar el porqué de esta situación; cotidianamente las mujeres nos enfrentamos a la exigencia no solo de nuestro género, sino también a la de los hombres, que continuamente están reforzando la idea que sugiere que belleza es sinónimo de delgadez. Esto reforzado por los medios de comunicación.

¿Qué mujer, siendo adolescente, no pasó horas y horas tratando de encontrar que ropa usar, pensando “nada me queda bien”? Si bien probablemente esta situación sea insignificante en la edad adulta, es indudable que la construcción de la autoestima y el autoconcepto en las jóvenes se ponen en riesgo con la excesiva preocupación por la imagen corporal.

De hecho, en mi opinión, se podría afirmar que existen situaciones que reafirman que las adolescentes no se perciben a sí mismas de una manera adecuada, pues tienen mayor tendencia a recurrir a diferentes “estrategias” para encajar mejor en los estándares establecidos socialmente: realizar dietas, ejercicio exagerado, recurrir a procedimientos quirúrgicos, consumir productos o medicamentos para adelgazar, entre otros.

Según recuerdo, cuando tenía alrededor de 13 años empecé a preocuparme seriamente por cómo me veía; hasta ese momento el pesar 63 kg. no había sido relevante, sin embargo, el interactuar con niñas de mi edad que tenían cuerpos más acordes con lo “establecido”, condujo a que buscara alternativas para disminuir de peso, y por lo tanto, de acuerdo con mi percepción, fuera mejor aceptada por los demás. Si bien, conté con la suerte de acudir a un servicio de salud en el cual me orientaron frente a una forma sana y segura de lograr mi objetivo, no es difícil imaginar que no todas las niñas y adolescentes lo hacen, y en cambio sí recurren a los consejos de sus amigas o a las recomendaciones que se ofrecen de forma casi inescrupulosa en medios como el internet.
Un aspecto relevante que hay que tener en cuenta corresponde a la vulnerabilidad que las adolescentes tienen frente al desarrollo de trastornos de comportamiento alimentario, especialmente aquellas que, como se ha visto, no han tenido un soporte familiar importante, o no se sienten a gusto consigo mismas. En este sentido, Montero, Morales y Carvajal, en el 2004, demostraron que la imagen corporal es un buen indicador de los trastornos alimentarios, y que los adolescentes tienden a despreciar un cuerpo con sobrepeso, debido a que socialmente existe la creencia de que un cuerpo delgado es el ideal”.  (Moreno González & Ortiz Viveros, 2009)

Desafortunadamente, algunas de las jóvenes terminan sufriendo desórdenes de alimentación, en su afán por conseguir la aceptación de sus pares y en respuesta a su frágil autoestima, que se ve aún más afectada por los comentarios negativos que puedan hacer acerca de cómo se ven. Esta es una situación que se presenta cada vez con más frecuencia, a pesar de que los trastornos alimentarios no se presentan exclusivamente en los adolescentes, por lo que se han adelantado varios estudios al respecto. Por ejemplo, se ha encontrado que existe una relación directamente proporcional entre la poca satisfacción con la figura corporal y las conductas de riesgo frente a trastornos de alimentación (Moreno González & Ortiz Viveros, 2009).  

Otra de las opciones que las adolescentes han encontrado corresponde a las intervenciones quirúrgicas. Por esta razón, entre otras se ha incrementado la demanda de cirugía estética, especialmente en las jóvenes, relacionada con cambios físicos para mejorar su autoestima. Por ejemplo, de acuerdo con varios cirujanos plásticos, si bien este tipo de procedimientos ha incrementado en el género masculino (entre el 10 – 25% de las cirugías  realizadas) (Cortés Ochoa, 2005), seguimos siendo las mujeres las que mayor uso hacemos de estos servicios, y son las adolescentes las que consultan en su gran mayoría por cirugías de nariz y por aumento o reducción de senos (Xavier J., 2010).  Lo realmente importante frente a estas alternativas, es entender que mientras no exista aceptación y autoreconocimiento de las jóvenes como seres humanos valiosos, las cirugías no van a ser más que paños de agua tibia, que incluso pueden convertirse en un problema más serio si no se cuenta con una asesoría apropiada al respecto, al repercutir de manera importante en su desarrollo emocional.

De cualquier manera, ninguna de las opciones mencionadas corresponde a una solución para esta problemática, de hecho, a lo único a lo que conducen es a generar más inseguridad en las jóvenes. Probablemente hasta que nos demos cuenta de que, como dice Andrea Echeverry, “lo que hay adentro es lo que vale”  (Echeverry & Buitrago, 1998), entenderemos el verdadero valor de la belleza y de querernos a nosotros mismos.






ELABORADO POR:

Diana Patricia Quintero Neme

Bibliografía

Aliño Santiago, M., Lopéz Esquirol, J. R., & Navarro Fernandez, R. (2006). Adolescencia. Aspectos generales y atención a la salud. Revista Cubana de Medicina General Integral , vol.22, n.1, pp. 0-0. ISSN 0864-2125.
Cortés Ochoa, H. (2005). SusMedicos.com. Recuperado el 25 de Mayo de 2011, de http://www.susmedicos.com/art_cirugia_plastica_estadisticas.htm
Echeverry, A., & Buitrago, H. (Compositores). (1998). El Estuche. [L. Aterciopelados, Intérprete] Bogotá, Colombia.
Infante, O. Psicología de las edades, adolescencia. En Psicología y salud (págs. 141 - 144).
Moreno González, M. A., & Ortiz Viveros, G. R. (2009). Trastorno Alimentario y su Relación con la Imagen Corporal. Terapia Psicológica , 181 - 190.
Samperio Mazorra, V., & del Barrio, J. A. (Febrero - Marzo de 2011). 12º Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis 2011. Recuperado el 18 de Abril de 2011, de www.bibliopsiquis.com/bibliopsiquis/bitstream/.../1/14conf3650165.pdf
Xavier, & Jessica. (18 de Mayo de 2010). belleza.doctissimo.es. Recuperado el 27 de Abril de 2011, de http://belleza.doctissimo.es/cirugia-y-medicina-estetica/cirugia-estetica/cirugia-estetica-y-adolescentes-un-fenomeno-de-moda.html




[1]Primera aparición del vello púbico 
[2] Desarrollo mamario
[3] Primera hemorragia menstrual.